Más allá de los escenarios catastróficos o apocalípticos a los que estuvimos expuestos durante el año pasado (ya bien por el bombardeo mediático o por alguna otra razón del universo), nos encontramos con que el 2013 llegó igual que los años anteriores, tal vez con un poco más de carnaval y comparsa.
Al volver a nuestra cotidianidad, sin embargo, nos encontramos con que siguen haciendo falta muchos cambios, nos encontramos aun con varias transformaciones pendientes y en algunos casos desesperados, más hubiera valido que se acabara el mundo el 21 de diciembre, tal como dicen que dijeron los mayas.
La Permacultura nos invita a que continuamente estemos revisando nuestra manera de actuar, buscando un balance, buscando una integración con la naturaleza y con los que nos rodean, cosa no fácil en estos tiempos. Que sea bueno para la tierra, primer principio bajo el cual analizar nuestras decisiones, nuestras acciones. Si se cumpliera cabalmente este principio ético las expectativas de los siguientes dos principios (bueno para los demás y compartir con equidad) prácticamente se cumplirían «en automático». Nos hace falta poder ampliar nuestro «horizonte sensible» para poder abarcar con nuestros sentimientos la empatía por el lugar donde vivimos y las personas con las que lo compartimos. No es fácil, no se nos enseña a hacer eso. Por eso, en este camino «más allá del desarrollo sustentable» también hay que desaprender muchas cosas y aprender a aprender muchas otras más.