La Tragedia de la Agricultura Industrial

«Somos lo que comemos» o bien «que tu medicina sea tu alimento y que tu alimento sea tu medicina»… Pero en realidad estamos muy desconectados de los procesos de producción de alimento sobre nuestro planeta.

REALIDAD: Somos muchos habitantes sobre el planeta, muchas bocas que alimentar.

MENTIRA: Necesitamos de la agricultura industrial (semillas transgénicas, fertilizantes, plaguicidas, herbicidas químicos, grandes maquinarias) para poder alimentar a tantas bocas.

En realidad, se desperdicia una gran cantidad de alimento. Anualmente, una superficie más grande que Canadá será usada para cultivar alimentos que van a terminar en la basura. Y claro, el problema es mucho más complejo que sólamente el desperdicio. La manera en la que se produce es fundamental. Estamos atravesando una época de transición muy interesante en la que podemos enderezar los errores cometidos por nuestra falta de comprensión de los procesos naturales de la vida en nuestro planeta, como por ejemplo: la vida del suelo.

A continuación compartimos la traducción de un fragmento muy pequeño del ensayo de Jason McKenney titulado «Artificial Fertility: The Environmental Costs of Industrial Fertilizers»/»Fertilidad Artificial: los costos ambientales de los fertilizantes industriales». Este ensayo aparece en el libro: «THE FATAL HARVEST READER. The tragedy of industrial agriculture». / «La Cosecha Fatal: La tragedia de la agricultura industrial».

Fatal harvest

El colapso de un sistema

Sabemos ahora que el uso masivo de fertilizantes sintéticos para crear fertilidad artificial han provocado una serie de efectos adversos en cascada sobre la fertilidad natural del suelo y sus sistemas vivos. La aplicación de fertilizantes químicos inicia la destrucción de la fertilidad de los suelos al disminuir el rol de las bacterias fijadoras de nitrógeno y amplificando el rol de todo lo que se alimenta de nitrógeno. Este proceso acelera la descomposición de la materia orgánica y el humus; al reducirse la cantidad de materia orgánica, la estructura física de los suelos cambia. Con la subsecuente pérdida de porosidad y de las características “tipo esponja”, los suelos son menos eficientes en retener humedad, aire y nutrientes. Mayor cantidad de agua se vuelve una necesidad. El agua se trasmina de los suelos, lavando los nutrientes que ya no tienen un sustrato efectivo en el cual sostenerse. Con una menor cantidad de oxígeno disponible, el crecimiento de la microbiología de los suelos disminuye y el intricado ecosistema de intercambios biológicos se rompe. Mientras los microbios del suelo disminuyen en volumen y diversidad, disminuye la capacidad de retener físicamente los suelos en grupos llamados agregados. El agua empieza a erosionar estos suelos. Menos capa de suelo fértil significa menos volumen y biodiversidad para soportar cualquier tipo de cambios o adversidades. Los suelos se siguen lavando y perdiendo. Mientras tanto, todos estos eventos tienen un efecto acumulativo en el cual se reducen la cantidad de nutrientes disponibles para las plantas. Agricultores industriales de todo el mundo tratan de atender estas deficiencias agregando más fertilizantes. Tal escenario se conoce como un ciclo de retroalimentación negativa, un ejemplo burdo sería el caso de un drogadicto que sigue atrapado en una espiral de consumo.

Los efectos adversos del uso de fertilizantes no terminan en la puerta de la granja. Todas las formas de nitrógeno usables por las plantas son muy solubles en agua. Esta es la razón por la cual normalmente terminan en nuestros cuerpos de agua: mantos subterráneos, pozos, ríos, lagunas y finalmente el mar.

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